Hola amigos,
en el transcurso del taller de formador de facilitadores innomakers, una de las participantes -estudiante de 4 de Grado en la EASDGC- propuso una sesión con estudiantes de grado para plantear la innovación de la tarjeta de estudiante de la Escuela, ya que es de cartón muy fea y no «les representa».
En la última reunión con los participantes, el subdirector de la EASDGC comenta que es una tarea irrealizable ya que es una normativa de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, idéntica en todos los centros públicos de Enseñanzas Superiores.
El caso planteado, en el contexto de un curso sobre innomakers, me ha resultado un particular en el que reflexionar sobre los conceptos que tratamos en el campo de la innovación de un modo relevante:
Una institución promueve un evento de innovación, centrado en el Human Centered Design, la proactividad y el «espíritu maker»; una manera de ver cómo podemos definir esos conceptos desde las palabras del discurso, al comprobar su percolación en la auto-conciencia de institución.
«Hola Yanira, pensando en lo comentado en la reunión.
Es interesante que haya una normativa que PROHIBA LA INNOVACIÓN QUE PRETENDES. Muchas veces nuestras hipótesis del por qué de las cosas son erróneas; o no concebimos bien el Reto y el concepto de Éxito, tan cacareado últimamente como zanahoria de la acción/reacción.
E innovación es más que una palabra, claro. El caso de la innovación es la actitud ante esa institución (o rutina, o hábito): la norma instituida socialmente que condiciona la tarjeta «en su ser» signo de una identidad, y el cómo de la identificación.
La innovación de la institución y su dispositivo de identidad: tarjeta, “estudiante”, “educación”, «consejería»… y el cómo de la acción de transformación en esas categorías en su «poder distribuido».
El caso de la tarjeta pasa entonces de un campo meramente estético formal a un campo estético político: no lo bella que suponga su forma tanto como las condiciones de posibilidad de poder que manifiesta, de lo que Podemos o no podemos comprender en su potencial identificación en su representación de tarjeta de identidad.
Evidentemente, ante la coerción impuesta de la consejería, una actitud es la de dejarte condicionar por la norma que sostiene imposible nuestro empeño. Aceptar que no puedes innovar el fenómeno que has detectado, la tarjeta de estudiante por ejemplo, pero puedes hacer ejercicios estéticos de idealización, estilizaciones políticas como las comentadas por Benjamin.
Esa actitud romántica termina impidiendo la innovación que está, según tu supuesto, en el deseo de los estudiantes que quieren el cambio de esa tarjeta; aunque ellos aún no lo sepan ;), no tengan «conciencia» de su identidad compartida secuestrada, frente a la identificación que representa a la institución, al modo instituido de sociedad, organización o personas.
Esa actitud parece que lleva a tomar el empeño de nuestro proyecto por un imposible porque “las cosas son como son”, o porque «las cosas me benefician de tal o cual clase de cosas y estados». Se cuestiona la validez del empeño. Ese tipo de actitud posibilita el Ideal (clásico -funcional- o romántico), pero no la acción creativa sobre el mundo real mas que como utopía o distopía «individualizada» en la serie: el ejercicio idealizado de «creatividad en cajones de profesores», el «simulacro de proyecto de Avenidas Marítimas», teniendo lo que tenemos, como hemos comentado; la resignación al subempleo, las becarías y comportamientos «emprendedores» demandados en el ideal social del capitalismo posburgués.
Sabes, mi empeño es más existencialista que diría Jean Paul Sartre. «El Proyecto» es existencia de acción en sociedad, compromiso de libertad; tal vez existencia de cambio, de marca de la existencia individual en uno mismo y el otro, en esa institución del ser uno en otros, un nos otros. En esa complejidad las coerciones son «formas de memoria en espera» en «personas», «organizaciones», «sociedades»; hábitos personales, rutinas organizacionales, instituciones sociales. Son esquemas facilitadores de supuestos. Nos dan un campo de sentido y acción, nos facilitan las funciones de ser: soy estudiante/soy profesor, rutinas de clases, exámenes, tutorías. Etiquetas, clases, supuestos de acción y productividad del comportamiento.
Innovar es querer cambiar esas formas pre-ponderantes (pre-potentes) de acción. A veces en particularidades tan triviales como una tarjeta de estudiante como desvelamiento de la contradicción. Evidentemente en aspectos estético/funcionales de la tarjeta, pero también en lo que políticamente la tarjeta manifiesta como dispositivo social. Se dan en formas de consumo, formas de empresas y sus comportamientos, formas de comprender socialmente lo que significa «bien público», y los modos de empoderamiento de la acción social en ese compromiso de proyecto compartido.
Hábitos de consumo, rutinas empresariales e instituciones sociales son un modo de «zona de confort» en las que adaptarse o innovar, son formas evolutivas dialógicas que a veces se nos muestran ontológicas. Cuando hablamos de Human Centered Design está en juego eso, el dominio del contexto de acción posible. Creativamente están implicadas en el proyecto individual y el concepto de Libertad (de Sartre), incluso en el fracaso.
Hay un vídeo/entrevista a Sartre en la que comenta el concepto de Intelectual, de conciencia social, de revolución, de Proyecto; que hoy podemos aplicar a nuestro propio ámbito como la cuestión del Creativo Designer.
En este curso que hemos vivido (en su caso), mi Proyecto (existencial, sartreano) es este:
Compartir con makers para cambiar el sistema. Para empoderárnoslo, para sustituir las rutinas de pensamiento (de exámenes, aulas, proyectos de clase, etcétera) por un “hacer en presente”. Y es una actitud existencialista, no idealista. No es la idea que pueda yo tener, es lo que hacemos existir y el hacernos en la existencia no en la esencia o el discurso, existencias previas a esencias.
El proyecto no es una idea, es un hacer en/con ustedes, aun conociendo que las existencias de ustedes puedan ser vividas como «estudiantes» y no como «hacedores de mundo social»; esa especie de delay de la acción social, «periodo de formación para ser empleados».
Porque el proyecto que hacemos busca cambiar realmente la escuela, las existencias que hacen escuela, la relación de creatividad y ciudad, la capacidad de generar formas de hacer creativo en esa relación, los ámbitos de auto-realización (existencia, realización).
Mi reto es ese proyecto en el que la escuela no forme «empleados» por el «estudio» al «mercado», no transmita contenidos sino herramientas de cambio, no currículos sino «innovadores» por el «atreverse a hacer», existencialmente; aun aceptando la batalla perdida, con las coerciones de otras actividades, en profesiones, asignaturas, etcétera.
«En primer lugar, debo comprometerme; luego, actuar según la vieja fórmula: no es necesario tener esperanzas para obrar. » Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo.
En esa línea de acción, otra actitud existencialista es la de refocalizar el reto.
Por ejemplo, según tu hipótesis inicial, la tarjeta se podía cambiar ya que lo que faltaba era la creatividad afectando al objeto, el talento de los estudiantes en el diseño de la tarjeta «en si». Desde mi punto de vista, lo que mantiene la tarjeta en su «en si», que quieres transformar, no es tu presupuesto, sino la NORMA administrativa que tan claramente enarboló la institución: el dispositivo identitario de Escuela no es la identidad de los estudiantes sino de la institución educativa.
Si quieres cambiar la tarjeta, comunica de manera relevante a la institución que hay que hacerlo, facilita una campaña para ello, autoorganizada, viral.
Cambia que una sola frase desde el púlpito pueda detener la inmensidad del deseo en su cambiar(se). Desde mi punto de vista, no hay que plantearse el reto de cambiar la tarjeta, sino una campaña de presión estudiantil ante la coerción de la institución en el proyecto existencial de que la tarjeta sea nueva, como forma y como represenctación de identidad de escuela centrada en su usuario. Responsabilizarse del cambio.
Así es la institución de la innovación. Innovar no es la creatividad artística en la que «tu espíritu se manifiesta en la idea». La creatividad del innovador es agónica ya que supone salir de la zona de confort, deconstruir nuestros hábitos (de estudiante, de nuevo profesional que busca triunfar a cualquier precio, de parado sin salida resignado a becarías, etcétera), las rutinas de nuestras organizaciones (burocracia, espera[nza], pasividad, resignación), y las instituciones (clases, notas, entregas, asistencias).
Esos supuestos (los hábitos, las rutinas, las instituciones) son solo eso, formas de reducción de la complejidad en el control psíquico/social, esquemas de respuesta efectiva que pueden paralizar posibilidades para generar nuevo orden más eficiente en distintos fines socialmente instituibles. La creatividad es orden desde el caos de lo posible. Desde tu deseo existencial de que esa tarjeta sea de otro modo frente a las instituciones y los hábitos de aceptación.
Existencialismo es no aceptar que las coerciones a la libertad (del confort, de los privilegios asumidos como naturales; de los hábitos, rutinas o instituciones) puedan evitar que nuestro proyecto de cambiar el mundo sea válido, aun en el fracaso. Es la teoría del caos: «el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo».
Ahí está el reto del existencialismo: saber que podemos empoderarnos del cambio aun en el fracaso, por la libertad asumida en el proyecto de sociedad que subscribimos en nuestra existencia, por dejar de ser «monstruos», en palabras de Sartre, que defienden valores que no son suyos. El «hacer posible» se realiza también en el «no hacer», o en «hacer para».
Aspecto de la libertad del proyecto y su compromiso. Otra cosa es hacia qué enfocamos nuestro empeño: ¿qué proyecto?, ¿qué persona?, ¿qué sociedad?.
Muchos pueden pensar que el Éxito personal puede justificar en sí todo empeño, egocéntricamente. Yo pienso que ningún éxito personal es un HUMANISMO si no nos permite integrar al otro en los conceptos de felicidad y logro; proactivamente, sintéticamente.
Lateralmente, el caso de las Revoluciones Pasivas, comentado por Gramsci, se ve claramente en el Podemos (emergente desde el 15M) que vemos pasar de horizontal a institución verticalizada de control, como Masa Práctico Inerte. De la auto-organización del procomun a los monopolios verticales en política. Ahí mantengo mi existencialismo en la sociedad, frente al pragmatismo asumido de ellos. La politeia es la gestión de la res pública, no la reproducción de estructuras institucionales y nomenclaturas. La idealización (esencia) por la existencia particular, es un proyecto de libertad consciente.
El empoderamiento no se logra por consenso tampoco. Como le comenté a Guanarteme, en el proyecto de innomakers y FAB lab solo participo del proyecto de ustedes, es su escuela. Ese proyecto es su responsabilidad, yo realizo mi proyecto en su existencia, «fiel a un conjunto político y social, pero que no deja de discutirlo”.
Espero que te guste la entrevista de Sartre. La resignación es una actitud cristiana, el proyecto de libertad es existencialista.»
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